miércoles, septiembre 09, 2015

Democracia, libertad e igualdad


Hay palabras gastadas por el mal uso. Democracia es quizás la que más agresiones recibió, la que más malos entendidos produjo, la más lábil y equívoca de todas.
Las peores dictaduras la han utilizado como estandarte: democracia popular, democracia orgánica, democracia social y otras linduras han adornado los himnos de países como Alemania del Este, Cuba o la España franquista.
La pobre democracia nunca pudo defenderse de esas aberraciones. Un simple método de elección de autoridades, mal diseñado, basado en mitos como “pueblo” o “nación”, un simple llamado a derruir la teoría del origen divino de los reyes, sin más pretensiones que encontrar alguna fórmula que desarrolle la soberanía del pueblo a la hora de elegir sus autoridades se ha convertido en un Relato. “Con la democracia se cura”, decía alguien, inaugurando un equívoco fenomenal sobre las funciones de la democracia. Con la democracia solo se eligen autoridades legítimas. Y estas autoridades pueden aplicar las fórmulas políticas más desastrosas que no curarán ni educarán sino que hundirán aún más en la pobreza al pueblo. Como decía el viajo sabio Popper la democracia es simplemente el método que asegura que los malos gobiernos no serán derrocados con sangre sino eliminados en la próxima elección. Lo que olvidaba Popper es que los elegidos en el poder manipularán la realidad, generarán vínculos enfermos con los votantes basados en el intercambio de favores, lograrán el apoyo financiero de empresarios ávidos de contratos con el Estado y , si pueden, modificarán la Constitución para imponer la reelección permanente, que es el nuevo nombre de la monarquía. La democracia no asegura la libertad sino que, por lo general, la limita, niega, desprecia. La “libertad de morirse de hambre” le dicen y, en nombre de la igualdad- otra palabra derruida- liquidarán la libertad y uniformarán el pensamiento, transformándolo en un discurso vacío pero lleno de llamados a la solidaridad, fraternidad, igualdad, sacrificio. Mientras la verdadera oligarquía, la que vive del Presupuesto, se sucede a sí misma, el pueblo – otra palabra absurda- vegeta esperando el milagro de que votando a los que lo explotan, mejoren sus condiciones.
El mito democrático se apoya, siempre, en el mito de la Dictadura a la cual vino a reemplazar. Un mes de Terror revolucionario asesinó más gente que todos los reyes franceses desde Luis X. Un día en la vida del Terror rojo fusiló más gente de la que el zarismo colgó en 300 años. Pol Pot asesinó a dos millones de personas. Mussolini a 1.500. Muñidos del mito del Fascismo como único enemigo de la Humanidad, el comunismo- autor de 100 millones de muertos- es poco menos que un carnet de afiliado al Club de la Bondad. Ser comunista tiene un halo de idealismo y valentía, tal como se lee en incontables novelas y se ve en muchas películas, empezando por Casablanca. El Che- asesino serial que en la Cabaña ejecutó a dos mil cubanos y en la Sierra despachó a varios compañeros- es el personaje hollywoodense que la juventud idolatra. El que persiguió a los homosexuales, prohibió escuchar a los Beatles y destruyó la comunidad judía de Cuba es nuestro referente moral principal.
La democracia es un mal entendido que se basa en varios malos entendidos previos.
El “pueblo” es el principal. El concepto de pueblo es una construcción colectivista que destruye al individuo, máximo valor de la Revolución liberal de los siglos XVIII y XIX. Personas, no pueblos. Individuos, no grupos. Derechos individuales a la libertad y la propiedad, no derechos colectivos a la vivienda, el trabajo, el aire puro, la calidad alimenticia, la igualdad de género, las vacaciones pagas, la jubilación, la ayuda social, la salud pública, la seguridad, y miles más que llenan las páginas de legislación “social”, como si proclamar un derecho indica cómo obtenerlo.
El “pueblo” implica a su contrario “el antipueblo”: los ricos, los unitarios, los gorilas, los contreras, los anticomunistas, los contrarrevolucionarios, los burgueses, los judíos. La escoria de la humanidad es el antipueblo el cual carece, en realidad, de características humanas: son los gusanos cubanos, las ratas, los subhombres de Hitler, los sospechosos de burgueses que Stalin perseguía.
El pueblo es la coartada para condenar a los opositores al papel de subhombres sin derechos.El “pueblo” es el pretexto del líder democrático para convertirse en tirano.
Siempre hay una conspiración del antipueblo, destinada a destruir las conquistas revolucionarias, asesinar al Líder, boicotear sus órdenes, sembrar el descontento y el rumor contrarrevolucionario. Cuantas más conspiraciones, menos libertades y más poder para el aparato de coerción estatal.
La igualdad significó originariamente, que a diferencia del Viejo Régimen, con castas privilegiadas- que ni impuestos pagaban y que tenían sus propios tribunales- la plebeya democracia igualaba a todos ante la Ley. No había títulos nobiliarios ni pertenencia a determinadas corporaciones que evitaran que alguien pagara por sus crímenes y que todos sirvieran a la Ley, empezando por los gobernantes.
Esa portentosa significación de la igualdad se rebajó al nivel de la “igualdad material”: todos debemos ser igualmente pobres- menos nuestros líderes-. Los más ricos deberán ser confiscados por vía impositiva, para atender a las necesidades de los pobres: A más derechos de las mayorías, menos derechos para las minoría productoras. A eso se ha degradado el concepto de igualdad. Y, a menos que se decrete el Estado Totalitario, los más productivos dejan de producir o se van a otros lugares, más libres. Esta reacción produce, automáticamente, un tremendo incremento de la pobreza, tal como se observó en Cuba y en estos años, en Venezuela. No es la “conspiración imperialista” la que empobrece a Venezuela sino la aplicación de las nociones de igualdad que el Socialismo del Siglo XXI ha reverdecido: “Exprópiese”, en resumen.
Con la democracia convertida en el mito que cubre las aspiraciones dictatoriales de las oligarquías políticas, el pueblo como categoría mítica que sirve para dividir a la sociedad entre Nosotros los buenos y Ellos los malos, y la Igualdad rebajada a simple igualitarismo empobrecedor, la libertad huye en retirada.
Cada vez quedan menos lugares en el mundo para que arraigue y produzca sus maravillosos frutos: paz, progreso, orden, justicia, límites al poder, libertad para el individuo, condiciones para que cada uno busque su felicidad.

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