miércoles, diciembre 11, 2013

Una teoría de las clases sociales


El marxismo fue el primer intento teórico de definir las clases sociales. No voy a hacer aquí la crítica de esa teoría. La realidad ya se encargó de eso.
Lo que sí es innegable es que ciertas personas expuestas a situaciones objetivas similares tienden a comportase con cierta afinidad. No es que “no es la conciencia la que determina el ser, sino el ser social el que determina la conciencia”. Es mucho más complejo que eso, y menos determinista. Según Marx un burgués piensa de determinada manera porque es burgués, y NUNCA podrá modificar esa conciencia. Determinismo de las “condiciones materiales” sobre la conciencia.
La realidad es que el modo de obtener los recursos para vivir genera conductas muy consistentes. Para simplificar veamos los distintos modos de obtener ingresos:
1)      Los funcionarios políticos. Su lucha es la obtención de cargos ejecutivos o legislativos, que les aseguran varios años de ingresos. Constituyen una “clase”, en el sentido que la gran mayoría trabaja en el Estado y nunca vuelven a la actividad privada. Siempre habrá un nombramiento a su disposición, si tienen los contactos y cumplan sus compromisos. “Hoy por mi, mañana por vos” es su consigna. Muchos atraviesan gobiernos de diferente color ya que saben hacer buenas relaciones con todos los grupos políticos. Su ideal, lógicamente, es que su gobierno dure lo más posible. Luchan por reelecciones permanentes y por la ampliación de los plazos y los poderes del aparato de gobierno
2)      Los funcionarios de carrera. A diferencia de los primeros son miembros permanentes, de planta, de la Administración pública. Los cambios de gobierno no los afectan, ya que han sabido construir “quintas” de poder que son inamovibles. Son los burócratas. Su ambición no es el poder político, sino el poder administrativo de la maquinaria estatal que les asegura permanencia, en un contexto de trabajo de baja intensidad.
3)      Los funcionarios estatales en áreas críticas. Se trata de áreas de servicio a los ciudadanos, o sea a los electores: seguridad, justicia, educación pública, salud pública, transporte, etc.  Su poder les viene del rol que cumplen. Los gobiernos les temen ya que cualquier huelga o desatención del servicio conduce a la pérdida de popularidad del gobierno. Saben extorsionar.
4)      Los trabajadores sindicalizados. Al igual que el grupo 3) , su arma es la extorsión: huelgas, tomas, piquetes, etc. Los que pertenecen a sectores estratégicos como transporte, energía, comunicaciones, etc. logran obtener suculentos salarios. La única diferencia con el grupo 3) es que su empleador no es el Estado, sino empresarios privados.
5)      Los receptores de la ayuda del Estado. Son los más pobres de la sociedad, objeto de maniobras clientelísticas a cambio de Planes Sociales. Estos planes crean una situación de permanente dependencia, de invalidación de cualquier esfuerzo ya que el “sistema” les asegura no morir de hambre, pero seguir siendo pobres de por vida.
6)      Los empresarios “amigos”. Cosntituyen la perversión del Capitalismo liberal, que se transforma en sus manos en un Capitalismo de Estado, de “amigos”, en el cual no compiten por obtener la aprobación de los consumidores sino la de los funcionarios. Esa es la única competencia que les interesa.
7)      Los profesionales, industriales,agricultores, comerciantes, y buena parte de los empleados de Pymes. Es el sector más numeroso, pero el más débil. Carecen de poder de negociación y son víctimas de políticas estatales (impuestos, prohibiciones, etc.) salariales (“salarios mínimos”, cargas sociales, indemnizaciones por despido) que los ponen constantemente al borde de la quiebra. Sus empleados, muchas veces, en vez de ser “la clase enemiga” son socios: saben que la caída de la empresa es su propia caída. Por lo tanto, muchas veces limitan sus demandas y negocian sin coacciones  condiciones laborales con sus empleadores, sin poner en riesgo la empresa. Como son actividades no estratégicas (comercio, pequeños servicios personales, servicios profesionales) y muy atomizadas, no tienen poder de negociación. Si paran, nadie se entera.  Su única fuerza es electoral, ya que la “clase media” tiende a ser un sector muy numeroso. Pero no hay un “partido” que la represente- o hay demasiados- y el voto es un arma muy débil cuando el día a día es el que determina éxitos o fracasos. Obviamente, a diferencia de la caricatura marxista, los empresarios tratan de pagar los mejores sueldos para retener a los empleados más eficientes y, en general, son partidarios de políticas de altos salarios, las únicas que les garantizan ventas. Porque-olvidó Marx- los empleados son al mismo tiempo clientes. Y el empresario necesita clientes con recursos para gastar.

Estos distintos segmentos sociales tienen intereses, prácticas e ideas distintas. Podríamos ahí sí coincidir con el planteo marxista de que las ideas se corresponden con la realidad social en la que están insertos los individuos. Pero no son meras “superestructuras” de la base material. Y además cambian y -sobretodo- a veces son contradictorias con los propios intereses de “clase”.En general, los primeros seis grupos son “estatistas”. Necesitan un Estado poderoso, grande, que acompañen “políticas sociales”, que generen mucho gasto público. Muchos gastos significan muchos impuestos. Y esos sectores casi no pagan impuestos: no son propietarios, no ejercen actividades independientes. Son asalariados o dependientes de los planes sociales.El grupo 7) suele ser “privatista”, Pero como el privatismo- el liberalismo, mejor dicho- es una postura casi extinguida, que solo recibe críticas del poderoso sector estatista y sus intelectuales (periodistas, profesores, sacerdotes, artistas, escritores, cantantes, cineastas, etc.) no pueden articular positivamente esas ideas.  Actúan meramente a la defensiva, casi con culpa. Mientras los otros hablan de “bien común”, “solidaridad”, “justicia social” ellos solo pueden hablar con los hechos: cierran sus empresas si les va mal. Y si sobreviven, no se quejan. Nadie los expresa, los representa, los entiende porque el discurso único contra el individualismo, la ganancia, y contra los “empresarios explotadores” inhibe que la “intelligentsia” se ocupe de tan mezquinos intereses. Nadie se juega por un sector tan poco épico, tan poco literario como el peluquero o el verdulero del barrio. No son “sujetos históricos” dignos de ser mencionados. No promueven gestas ni discursos posmodernos. 
¿No sería hora de que sus necesidades, demandas, intereses sean expresados con fuerza, sin culpas, afirmando que el verdadero tinglado que soporta los excesos de los otros sectores son los pequeño burgueses que abren su comercio a las 9 de la mañana todos los días, aunque nadie les garantice hacer una venta y cubrir sus gastos?

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