jueves, septiembre 05, 2013

Judíos


Los judíos inventaron dos o tres cosas esenciales para la construcción de la civilización. 
Inventaron la idea de un Dios único, creador. Un Dios que no juguetea en el Olimpo con el destino de los hombres, sino que acompaña la aventura humana. Un Dios exigente pero justo. Por lo tanto, inventaron el primer límite al Poder. Ningún Faraón, Rey o Emperador es nada más que un hombre, aunque se crea un dios en la Tierra. Los reyes solo se legitiman cumpliendo la Ley, no inventando leyes a su medida. Todos los reyes con ínfulas: Duces, Caudillos, Líderes, Fuhrers, Comandantes, Jefes desconocen a Dios. Y no casualmente TODOS han sido fervientes antisemitas: los judíos le recuerdan su condición humana. simplemente humana.
Los judíos crearon la idea del libre albedrío, ni más ni menos, la idea de que como los hombres son fines y no medios, tienen la libertad para fijarse su destino. Nace así la libertad individual, no la libertad "de la Patria", como tantas veces los dictadores enseñan, sino la poderosa libertad de la persona humana. Y por lo tanto, el derecho a rebelarse contra los poderes que la amenazan o la limitan.
También inventaron el Shabat. Un día dedicado a Dios, a la reflexión. Un día sin patrones ni jefes ni obligaciones. Un día para recrearse como ser humano libre, un ciclo semanal que invita a un renacimiento periódico.
También inventaron la obligación de saber leer. No hay judíos analfabetos desde hace quizás tres mil años. Porque la Ley, la Torah requiere ser leída. Nadie la recita desde un púlpito. Cada judío tiene la obligación de leer- y cumplir- la Torah.
Limites al poder, libertad, estudio, lectura. Ese es el legado judío a la Humanidad.

domingo, septiembre 01, 2013

El individualismo metodológico

La escuela austríaca de economía ha desplegado su análisis del mercado. Hayek y, en especial, Bruno Leoni sobre el campo del Derecho. Buchanan sobre lo que el denomina la elección pública, o sea las decisiones individuales relacionadas a los bienes públicos.
En los tres casos, la unidad de análisis es el individuo: ni grupos ni organizaciones toman decisiones. Es lo que se denomina "individualismo metodológico".  La decisión es un acto únicamente individual. La ciencia social debe tratar de modelar un marco teórico que explique este proceso.
La tradición científica historicista se basa, por el contrario, en suponer entidades metaindividuales que son las que tomarían decisiones: estados, pueblos, razas, clases. Otorgan a estas entidades capacidades antropomórficas, como si estas complejas instancias actuaran como un megaindividuo, como una sola persona. Así se pueden leer cosas como “la clase burguesa decidió apoyar al gobierno tal”. La clase burguesa nunca hizo tal cosa porque no existe como sujeto sino que es una etiqueta que intenta describir a individuos que comparten algunas características. Pero esos individuos no pueden ser considerados como unos autómatas que siempre “deciden” lo mismo, ante cada circunstancia. Se crean atajos para explicar que existe una clase-en-si con sus intereses claramente definidos y una “falsa conciencia”, que son las decisiones que los individuos de esa clase toman “en contra” de sus “verdaderos intereses”. Así, cuando la burguesía francesa se aleja de la Revolución y busca un gobierno de orden, estaría actuando con “falsa conciencia”, es decir, contra sus propios intereses “objetivos” de clase. De este modo se “explican” las contradicciones entre el relato historicista (La Revolución Francesa como la puesta en escena del plan de la burguesía) y la realidad (La Revolución Francesa impuso a los comerciantes un sistema de control de precios que los ahogaba y los condenaba en muchos casos a la guillotina).
La visión corporativista parte de la misma errada concepción de voluntades colectivas. Empresarios, Obreros y Estado negocian precios y salarios como si tres jugadores en la mesa decidieran por millones de comerciantes, obreros, consumidores.
Fascismo, socialismo y, en general, toda propuesta estatista necesita de pocos jugadores para obtener los objetivos que busca. Los electores pasan a ser clientes que votan bajo la indicación del caudillejo barrial de turno, los consumidores aceptan mansamente precios altos o mala calidad, los trabajadores aceptan los salarios fijados por sus burocracias, los empresarios dejan de preocuparse por mejorar su oferta, ya que sus cámaras han dispuesto un congelamiento de hecho de la actuales condiciones.
Es el reino de la política, o sea, el juego entre grandes y pocos actores que acuerdan, negocian, se amenazan, ceden, ganan o pierden posiciones. 
Este desprecio del individuo- un simple “punto” que el politico pone en la mesa de negociación- a veces se demuestra tan errado como malicioso. Afortunadamente no todos los ciudadanos son clientes, no todos los trabajadores aceptan sumisamente los acuerdos, no todos los empresarios se comprometen a no tocar nada que afecte los acuerdos, no todos los jueces siguen las instrucciones del poder.
Volver a la complejidad de la decisión individual, de los hombres como fines y no como medios va a costar mucho, ya que respiramos esta cultura historicista que por izquierda o derecha nos convence de que no somos nada más que miembros pasivos de entidades metafísicas, de “megapersonas “que deciden por nosotros.

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