lunes, diciembre 10, 2012

Lenguaje



Creo que estamos a punto de dejar de entendernos, definitivamente. Las palabras ya no significan los mismo para “amigos” y “enemigos”. Ya no discutimos en base a algunas ideas y valores comunes sino que ni siquiera sabemos sobre qué estamos discutiendo. La palabras “democracia”, “libertad”, “pluralismo”, “ley” ya no significan nada, o significan cualquier cosa, que es otra manera de ser 
nada.
El relativismo ha horadado cualquier posibilidad de entendimiento. No se discute para decidir entre alternativas posibles, sino para imponer una única alternativa al otro. Lo cual transforma cualquier discusión en una batalla final. 
Esto implica una visión unidimensional de la realidad. En vez de imaginarla como un espacio n-dimensional, con conexiones no evidentes entre elementos y procesos que hay que descubrir, se parte de un supuesto absurdo: el de que yo ya sé cual es el “eje” que describe linealmente , de una vez y para siempre, la realidad: me ubico en uno de sus extremos y desde allí combato a muerte a los que están en el “otro” extremo.
Esta dialéctica de combate (amo- esclavo, amigo-enemigo) está impregnando toda la visión general de la realidad, la concepción del mundo. Hemos perdido la unidad de valores, que en alguna época – al menos en occidente- eran compartidos por todos los que luchaban por un mundo mejor: libertad, límites al poder del Rey, iniciativa individual, respeto a la esfera privada. Esas palabras ahora parecen ser patrimonio de los “conservadores”, mientras que un nuevo abanico de palabras gana el primer lugar: voluntad del pueblo, solidaridad social, decisión del pueblo.
Se ha dejado de entender que una mayoría circunstancial sin límite alguno no produce “leyes” sino órdenes. Se quiere enaltecer estas “leyes” como si fueran decretos de la Humanidad, por lo cual los oponentes pasan a ser No-humanos: traidores, antipueblo.
La República es el compendio de pesos y contrapesos que toda democracia requiere para no deslizarse hacia la “tiranía popular”, el gobierno ilimitado de las mayorías. 
Pero ahora, el 51% es la “palabra de dios”, y el 49% es la “palabra del Diablo”, Dios somos “nosotros”, el diablo, son “ellos”, los “otros”. 
Así, la palabra República es despreciada, depreciada: se la denomina “república boba”, democracia formal, alzamiento de las minorías contra las mayorías, poderes concentrados, mediocracia, conspiración permanente contra el Pueblo. 
Y se pasa alegremente a la tarea de desmontar todos los contrapesos: organismos de control, justicia, prensa libre. El “camino de servidumbre” se instala así como programa inexorable: cada día un poco más, cada día el hacha vengadora destruye o corrompe alguna institución, alguna idea, alguna resistencia. El 51% justifica ahogar la disidencia, en sangre si es preciso. Aunque ahora las formas son “pacíficas”, el fondo es de una violencia creciente. Por ahora, es violencia verbal: desprecio al otro, descalificación, insulto, chantaje, apriete, presión. Pero falta muy poco para que la palabra se transforme en actos físicos. No hay discusión posible: en la lógica “amigo-enemigo”, al enemigo “ni justicia”, fue dicho por alguien- Peron- que consideraba que los juicios de Nuremberg eran la peor afrenta a la Humanidad jamás cometida. Palabras: quien hablaba de “afrentas” se olvidó de la “afrenta” del Holocausto, hecho que jamás fue siquiera mencionado en sus innumerables discursos y escritos.
Estamos condenados por las palabras.

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