viernes, junio 03, 2011

Un país en broma

La indiferencia de la sociedad en relación al manejo del Presupuesto es uno de los grandes factores de la decadencia argentina. En un “país en serio” (la vieja consigna de Kirchner de 2003) la gran ley, la Ley de Leyes, la única que año a año focaliza la atención de los ciudadanos es la de Presupuesto. Ni más ni menos que el nivel de Ingresos que tendrá el Estado (o sea, qué carga impositiva) , el tipo del Gasto ( en qué y cómo gastará el Gobierno lo recaudado) y el Control de la ejecución del Presupuesto. O sea: cuánto nos va a extraer el Estado, en qué va a gastarlo y cómo asegurarse que gaste eficientemente y sin corrupción.
Nada de eso funciona ya en Argentina.
Nadie sabe cuánto va a recaudar el Estado, por que los cálculos presupuestarios eluden olímpicamente el factor inflacionario. Nadie sabe exactamente en qué gasta el Estado, ya que hay gastos extrapresupuestarios (vía fideicomisos, por ejemplo) aportes y subsidios a ONG (como en el caso de la Fundación Madres de Plaza de Mayo) y subsidios cruzados a la energía, el transporte y cuanta actividad algún burócrata decida favorecer, incluyendo extraños subsidios a la industria molinera. Se promociona alegremente la producción cinematográfica- vía el INCAA, que maneja varias decenas de millones dólares por año- sin saber con qué criterios el Estado decide ser bondadoso con algunos directores cinematográficos y avaro con otros. Por ejemplo, si un productor se acerca al INCAA y pide que subsidie un proyecto titulado “La gran mentira peronista”, sabemos que su destino es el cesto de papeles. En cambio, aparece otro y propone “La Historia de Nestor Kirchner” y los millones fluyen abundantes. Los aportes que reciben los programas y los canales oficialistas son muchos, y desconocidos en su contabilidad real. La publicidad oficial, las ayudas a provincias y municipios, los subsidios y las exenciones impositivas a empresas de amigos, en fin, todo el día a día de la máquina de gastar que es el Estado pertenece a la más estricta arbitrariedad del Poder Ejecutivo. No hay cómo acceder a la información y no hay cómo detener esa máquina corrupta, a no ser por la compleja vía judicial, que siempre se toma su tiempo para comenzar a actuar. En el caso Schoklender, un año entero.
Luego, los anuncios. La gran máquina de la Narratividad oficial se monta ante cada anuncio de obras, como si éste fuera resultado de una repentina iluminación de la Presidente y no, como debería ser evidente, de una decisión parlamentaria votada en el Presupuesto – que incluye, obviamente, el plan de obras públicas del año-. Lo que es una decisión del pueblo argentino, a través de sus representantes, se narra, en Cadena Nacional, como un iluminado deseo de la Primera Magistrada, que justo hoy se despertó con ganas de prometer mil viviendas en Villa Caracazuú. Además: quién paga esas obras? La Presidente? No: el pueblo. O sea: el pueblo debe agradecer a su Presidente que se decida a realizar…lo que el pueblo ya había votado en la ley de Presupuesto y sufragado mediante impuestos directos e indirectos. Redondito para la Narratividad Épica del Gobierno, todo ganancia: les sacamos unos 100 mil millones de dólares por año a los argentinos y cada vez que hacemos algo con eso, lo anunciamos como si fuera el Gobierno el que creó esa riqueza, que ahora “redistribuye”.
Es claro que ese vicio no es solo argentino. Pero aquí ha tomado una forma de caricatura que debería dar vergüenza a los actores, al publico complaciente que es convocado a esos actos (empresarios, sindicalistas, funcionarios) y a los – pocos- televidentes que soportan esa ceremonia casi semanal, propia de un país en broma.

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