lunes, agosto 30, 2010

La represión cubana en primera persona


Trece horas de castigo

Agosto 29, 2010 por Luis Felipe Rojas



El lunes 16 de Agosto, a las 6:45 am, la policía política se metió en mi casa para llevarme detenido. Estuve trece horas obligado a sentarme en un sillón por donde pasaba todo el mundo en el lobby de la estación policial
de San Germán. Fue un castigo, tuve náuseas, una cefalea constante y dolores musculares que me duraron varios días. No pude hacer nada, nada más que rezar entre los intervalos de los dos interrogatorios, y esperar a que
me soltaran o me llevaran definitivamente al cuartel general que tiene el G2 en el barrio de Pedernales.
Regresé al calor de los míos pasadas las ocho de la noche. Un día no volveré tan pronto a casa, lo sé. Ahora escribo mientras pueda.
Mi esposa también sufrió lo suyo, se mantuvo todo el día frente a la unidad de Policías, atendiendo a la prensa por teléfono, dejando recados y vigilante por si me sacaban hacia Holguín.
Yo había colgado la semana anterior el informe de derechos humanos que la Alianza Democrática Oriental sacó a la luz en este semestre y que también publicó en varios sitios Web así como lo envió a organizaciones que monitorean los derechos humanos en países violadores de los mismos.
Lo veía venir, tuve un sueño premonitorio (otras veces me ha sucedido).
He buscado entre los Pactos de Derechos Humanos el “Conjunto de Principios para la Protección de Todas las Personas Sometidas a Cualquier Forma de Detención o Prisión”, en el inciso a) dice: “Por «arresto» se entiende el acto de aprehender a una persona con motivo de la supuesta comisión de un delito o por acto de autoridad;”.
Entre las diferentes normas de tortura, tratos crueles o degradantes, no hallo el caso en que siente a una persona
por 13 horas en un sillón sin probar agua ni comida, solo por que ‘en un punto determinado de la región en que vivo fueran a realizar una actividad pacífica o por divulgar los testimonios del horror que ha visto, como parece que fue mi caso.
Los argumentos se les acaban pronto, los castigos corporales asumen la moralidad del que tiene el poder. Esto me recordó cuando era un niño y me portaba mal, como ahora. Siempre he sido un desobediente irreconciliable, no creo poder cambiar a esta distancia recorrida.
El lunes 23 aún no me había levantado cuando de nuevo unos golpes tronaron en mi puerta. Tuve que vivir la misma historia policial solo que para variar me hablaron de informes de denuncias de derechos humanos, de mi blog, del periodismo independiente que hago. Me recordaron que por escribir como yo otros pasaron desde 2003 hasta la fecha en prisión. Me hablaron de la ley Mordaza que incluye 25 años tras las rejas.
Yo solo pensaba en Rolando Rodríguez Lobaina, en su hermano Néstor, en Enyor Díaz Allen, Roberto González Pelegrín y Francisco Luis Manzanet Ortiz que seguían presos en celdas incomunicadas allá en el Guantánamo-verdeolivo. Ellos pagando por un delito que cometió la policía de Baracoa.
Ahora indago qué considerará el régimen como mi próxima travesura. Pienso en el camino que lleva este país de poder totalitario que se carcome a sí mismo. Cuál será mi próxima penitencia.

Nota:Este post estuvo 15 dias sin cruzarlasalambradas pero al fin pudo salir.

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