jueves, agosto 03, 2006

Pobres

Argentina pasó de tener 50% de pobres a solo 30% en tres años. Antes , en los noventa, había llegado a solo el 20%. Raro.
A mi me enseñaron que una cosa es la pobreza y otra el ingreso familiar disponible, aunque ambas variables están muy relacionadas. El Ingreso es una variable dependiente de al menos dos factores: el contexto económico (crecimiento o depresión) y las características de la persona (sobre todo: nivel educativo, grado de capacitación, y- esto no aparece en la estadísticas pero es tan real como las otras variables- algo así como grado de adaptabilidad al entorno social -nadie da trabajo a delincuentes potenciales, a gente demasiado agresiva o incontenible).

Los atributos de la persona son estables y constituyen obstáculos o disparadores de la pobreza: no dependen de los avatares de la economía y la inflación, como el Ingreso.

Una baja calidad educativa, incapacidad de adaptarse a entornos cambiantes o una cultura con deficiencias valorativas graves predisponen al fracaso laboral y a persistir en la pobreza.
Por eso no se entienden demasiado estas “fluctuaciones de la pobreza”: son más bien errores conceptuales que surgen de confundir ingreso disponible con pobreza.
Es el resultado de una vision “pobrista” de la realidad.
El pobrismo cuenta con lujo de detalles cuantos nuevos pobres nacieron hoy, pero descuida los que salieron de la pobreza, consiguieron trabajo digno o se mudaron a una casa de material.

De acuerdo a la ingenuidad estadística con que se interpretan los datos de la Encuesta Permanente de Hogares un trabajador de clase media, digamos un bancario que gana $2000, circunstancialmente desocupado, al tener cero ingreso es contabilizado como pobre: el tipo ha acumulado en 20 años de trabajo: coche, equipo de audio, computadora, tiene una biblioteca con 300 libros pero para los "analistas" de turno es un “pobre”, equivalente al haitiano famélico que gana un dolar por día. Cuando quedó desocupado al parecer perdió todos los atributos acumulados, su stock de capital intelectual, objetos, capacidades, valores: es un pobre, categoría social que excita a periodistas y políticos varios como objeto de sus desvelos y …de sus deseos.
Nuestro bancario desocupado sin embargo, merced a sus conocidos, clientes y contactos consigue a los tres meses un trabajo en la inmobiliaria Equis y entre básico y comisiones, puede rondar los 1800. Ha dejado de ser pobre: en la próxima Encuesta de Hogares brillará como perteneciente al decil segundo, casi rozando el 10% más rico de la Argentina. Pero nadie escribe un artículo o publica una encuesta para anunciarnos que Don Bancario es ahora un No-Pobre, ya que esa categoría social no tiene interés periodístico alguno: un mero baúl de los que salen de la pobreza no merece un renglón. O sea: el 20% que pasó de “pobre” a “no-pobre” no tiene audiencia en el mundo mediático argentino.

La dimensión de la crisis es entonces el tema de fondo: con los diarios repitiendo que la “ mitad de la población está sumida en la pobreza absoluta” se tiende a soluciones de emergencia, a la concentración de decisiones en pocas manos, al clima de urgencia y crisis terminal que gusta describir el discurso oficial desde 2002.
En cambio, si la realidad es que un 20% de la población está sumergida, el discurso no puede dejar de ser dramático (es intolerable esa pobreza) pero no asume dimensiones épicas. Hay que terminar con la pobreza, diagnosticar sus puntos fuertes, atacarla, demolerla y esa es una tarea de toda la sociedad, del 80% que no está en la pobreza, y no solo de un gobierno.

La solución de la pobreza estructural requiere planes y financiamiento, pero por sobre todo combatir los prejuicios del “pobrismo”, esa queja paralizante: diagnosticar la cantidad y tipo de pobreza, analizar en donde se logra salir del círculo vicioso, comparar planes, metodologías, públicos incluidos. Y por sobre todo, apoyarse en lo sano para derrotar lo enfermo.

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